29 may 2009

DESCAPITALIZACIÓN

Todos los grandes inventos, hallazgos y descubrimientos realizados por el simio sabihondo comparten la dualidad de aportar a la vida cotidiana beneficios notables y novedosos riesgos. Así, el dominio del fuego, con sus evidentes ventajas en los más diversos géneros de actividades, supone una amenaza directa cuando se pone al servicio de la crueldad y la ignorancia, extremos que podríamos ilustrar citando a los invasores bárbaros que dejaban como tarjeta de visita amplias áreas de tierra quemada o a los americanos pasándoselo en grande con su Little Boy en un soleado día de 1945. Lo mismo ocurre con la escritura, que si bien permite la difusión del conocimiento y la permanencia de la memoria, constituye también una herramienta primaria de control social para la burocracia institucional y la materia prima de la mistificación dogmática al servicio de toda clase de manipuladores religiosos. Siguiendo esta línea de análisis, comprobamos de igual modo cómo el sistema monetario se ve expuesto a deformaciones y abusos, pues si en principio surge como un ingenio para dinamizar el comercio que facilita el intercambio de bienes y servicios, su desarrollo exacerbado bloquea este incremento inicial de la autonomía respecto a las mercancías y degenera en favor de una concentración de excedentes en forma de capital que, en último término, llegan a convertirse en complejos entramados financieros de carácter parasitario cuyo principal efecto es la multiplicación criminal de la opulencia de unos pocos a costa del empobrecimiento de la mayoría, entre quienes se encuentran los verdaderos productores de riqueza. De ahí la urgente necesidad de diseñar un modelo de soberanía anarcotiránica que regule la conducta de los mercados atendiendo a un requisito prioritario e improrrogable: distribuir las ganancias de manera equilibrada entre la población en vez de expoliarla tal como hacen los gobiernos, parlamentarios o no, que timoneados por la clase dominante actúan sometidos al chantaje permanente de sus patrocinadores. No se trata, por tanto, de reformar el capitalismo, sino de extirpar con dureza las condiciones sobre las cuales se propaga, ya que el triunfo de la rapiña elevada a máxima económica se traduce en una socialización del fracaso; fracaso que viene envuelto, eso sí, en una prodigiosa red de estímulos destinados a la distracción absoluta, a la parálisis mental.

El núcleo, la fórmula esencial dentro de un sistema capitalista, es el terrible juego de suma cero que subyace bajo capas de propaganda intensiva: lo que uno gana es, exactamente, lo que sustrae a otro. Nuestro repertorio de medidas anticapitalistas no pretende cambiar las reglas de juego, sino abandonar definitivamente este modo de jugar lleno de fullerías. Y como ya sabéis que el poder no nos asusta, poderosa ha de ser nuestra artillería ideológica. Para empezar, proponemos que el dinero sea perecedero y a tal fin podría ser emitido por el Anarcotesoro con una fecha de caducidad determinada. Gracias a este método, podría lograrse el equivalente simbólico y funcional de una sociedad preagrícola, donde las desigualdades generadas por la acumulación de propiedad apenas eran significativas a causa del carácter efímero de los recursos disponibles.