23 mar 2010

AUGURIO INCENDIARIO

¿Queréis ser libres, todo lo libre que puede llegar a ser una criatura evolutivamente contrahecha? En ese caso, ¡dejad de crecer!, ¡extirpaos de la estirpe!, ¡no habrá otra oportunidad! Si preferís engrosar el hormiguero y apostar por la fealdad de la muchedumbre, continuad fingiendo que hay espacio para cada uno de vuestros engendros. La existencia es en sí misma dolorosa y fuente pródiga en desdichas, pero nadie nos obliga a convertir el orbe en un escenario permanente de tormentos multitudinarios. Constituye una verdadera inconsciencia, o peor, una catastrófica perversión, consentir que con la multiplicación de la especie las comunidades hayan degenerado en un grotesco espectáculo donde el necio hedor del populacho solo es superado por la angustia insoslayable que uno experimenta al saberse encerrado en un manicomio que ha sellado sus salidas al lograrse ubicuo. Solo desplazando la maternidad de los cuerpos se podrá alumbrar un mundo sin miseria donde el excedente material reemplace al excedente humano; eso, o devorarnos literalmente unos a otros, lo que bien pensado quizá no sea tan mala idea: una holgada despensa al alcance...

La vida no es un derecho y, por supuesto, tampoco un deber; la vida es un tumor, un dislate, un salto irresponsable al tumulto de la decepción. A quienes se creen elegidos para imponernos la reproducción de sus genes habría que considerarlos terroristas, pues por ellos malvivimos y aún seremos sacrificados como larvas de mosca que pugnan vilmente por engancharse al reclamo de una herida jugosa. Lamentaremos haber nacido mientras somos sepultados bajo el peso de nuestra bulliciosa insignificancia, y presas fáciles seremos para el triunfo de los más duros villanos que la plebe aplaudirá en su marcha automatizada al matadero.

La esterilidad global debe ser un punto de partida para cualquier iniciativa política que sitúe entre sus prioridades la domesticación de la economía al servicio de la población. Con las necesidades generosamente atendidas, podría empezar a abordarse la transmutación del género humano. El primer eslabón en la creación de una raza de hombres superiores sería el desarrollo de subhombres capaces de encargarse con habilidad de las tareas pesadas sin el sufrimiento psíquico de quienes, a lo largo de la historia, han tenido que soportar el agravio de ser esclavos conscientes de su infortunio. Ciertamente, la naturaleza humana es una materia problemática que hace de nosotros animales rapaces y belicosos que han de violentarse para atenuar su inclinación a la violencia, pero la lucha de clases que ha teñido nuestra orfandad terrestre puede ser compensada mediante la aplicación de medidas tecnoarcaicas y socialhedonistas. Ningún régimen conocido ha conseguido autocentrarse porque el precio de su ilusoria integridad ha resultado siempre criminal; ni siquiera la policracia, que propone la simultaneidad pacífica de diferentes modelos de organización social dentro de un marco de libre afiliación ciudadana (idea que empapa el panarquismo de Puydt y está presente en la obra de los economistas Bruno Frey y Reiner Eichenberger), se vería exenta del peligro expansionista de un vecino inspirado por la voracidad mercantil, religiosa y militar de su gobierno. Para evitar caer en este error, la Anarcotiranía pretende ser una plenarquía, es decir, garante absoluto de una libertad personalizada gracias a la participación plenaria en la tiranía, tiranía de pleno hecho que tiene por objeto completar libertad con sujeto.

18 mar 2010

CRISIS DE LA CRISIS

No sabemos a ciencia cierta si el desmoronamiento del sistema financiero mundial, amortiguado por los gobiernos a costa de la ruina del patrimonio público, y agravado por la imparable caída del poder adquisitivo a la que se suma una creciente presión fiscal, obedece a otra conspiración programada por el restringido círculo de los más poderosos, pero una idea semejante puede deducirse al constatar –pruebas no faltan– que el empobrecimiento progresivo de las naciones es efecto antes que causa, amén de ocasión inmejorable para sacralizar los postulados asociados al corporativismo bancario. Por ello, lo más repugnante de este proceso de envilecimiento es la insistencia de los medios en presentar como escasez de recursos el apropiamiento indebido de los mismos. Desde la Anarcotiranía nunca hemos tenido reparo en denunciar que la verdadera crisis no es el marasmo económico, sino la ausencia de respuestas audaces a la deficiente distribución de la riqueza mantenida por exigencias de mercado y ahora agudizada por el capitalismo de los mediocres.

Ha llegado la hora de actuar golpeando donde más les duele: no en sus vidas, que de poco sirven, sino en sus haciendas; no en su integridad física ni en sus roñosos lazos afectivos, sino en la salud de sus negocios. ¿Os habéis enterado? Es abyecto que el orden social engendre horrores, que el horror tenga reyes, que estos reyes sean los más ciegos de los hombres y que, además, se los honre mientras nos exprimen cuando sus cotos privados carecen ya de toda credibilidad y sentido, de toda mesura y utilidad. Cualquier robo que desgarre este entramado de ruindades cuenta con nuestra bendición anticipada y esa será, justamente, su única recompensa. Sus intereses nos interesan: somos profetas del caos, profanadores de abismos, torturadores de mitos. Se abre, por tanto, la veda...