10 nov 2011

INVITACIÓN A LA ZALAGARDA

"Estado se llama al más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: Yo, El Estado, soy el pueblo".
Friedrich Nietzsche
Así habló Zaratustra

Si la democracia parlamentaria fuera el canal adecuado para la toma popular de decisiones, no os quepa duda de que sería ilegal. En la presente coyuntura, con unas elecciones generales a la vista que aseguran la alternancia sin alternativa entre dos clanes oligárquicos avalados, como mucho, por la complicidad de una mayoría victoriosa que en modo alguno coincide con la mayoría real del censo activo, ningún partido goza de recursos materiales, humanos e ideológicos propios para blindar la sociedad contra el expolio orquestado por los sátrapas del mercado, sin cuya omnímoda garra invisible no hay ascenso ni permanencia en el timón de los estados. Los planes de rescate y políticas de recuperación funcionan como atajos para nuevas exacciones a través del entramado institucional con un frente único que abarca todo el espectro de acción gubernamental, desde los asaltos fiscales a la desregulación laboral, así que partiendo de este conocimiento desengañado de la realidad la cuestión perentoria es sacudirnos la piojera de estafadores que se venden a sí mismos como redentores legitimados por la representación civil. La soberanía empieza por no estar en deuda, y cuando es de dominio público que los acreedores financieros son los dueños autoimpuestos de la riqueza que no han producido además de controlar el acceso a sus fuentes, la colaboración con el invasor se expresa, principalmente, mediante la participación convencional en las urnas: sólo hay que fijarse en la insistencia dogmática que enarbolan los intoxicadores profesionales de la opinión animando a ejercer este derecho falaz.

Desde la Anarcotiranía creemos que el sufragio sólo puede ser empuñado como un arma de impugnación masiva, y para ello, debería concentrar de forma explícita y tajante la necesidad de detener la trituradora en que se ha convertido el sistema. Olvidemos la oleada de ofertas insidiosas que dividen a quienes estamos convencidos de subvertirlo; unifiquemos la diversidad de fuerzas discrepantes en un voto reactivo para que no sea nulo y la carga de su significado les estalle en la cara. En los pasados comicios os enseñamos el procedimiento.

29 oct 2011

PREVISIONES CONTRA EL ALZAMIENTO

Los agentes económicos –una incestuosa familia con menos miembros de los que estamos acostumbrados a imaginar–, al hallar obstáculos políticos para la expansión de sus negocios preconizan que se debe aligerar la maquinaria del Estado, una coartada versátil que también sirve para amputar los servicios básicos que ofrecen las administraciones públicas a la población sin que esa cirugía por asalto se produzca en sintonía con una reducción equiparable de los sistemas democráticos de coacción, antes al contrario, pues en la actualidad experimentan un auge que ya quisieran explotar algunas de las más férreas dictaduras marciales. ¿Qué significa esto? El capital está dejando de ser un refugio seguro para la clase dominante, que se afana en preparar el terreno frente a previsibles inestabilidades cuya fuerza latente, si se desata, podría poner en jaque su posición. Cuando las tensiones sociales alcancen extremos insufribles y el dinero valga menos que el papel en que se imprime, los defensores del orden serán capaces de lo peor, incluso de propagar una plaga revolucionaria de espectacular virulencia con sus delegados a la vanguardia, quienes cuidarán de que las condiciones sean factibles para que todo quede trastornado en apariencia sin que nada cambie realmente: ellos en la cúspide invisible de la sociedad y nosotros debajo, resignados al racionamiento de la existencia en nombre del bien común o de cualquier otra extorsión bendecida por la necesidad colectiva. Es lo que ocurrió con la Revolución de Octubre en 1917 o con el veloz ascenso de Hitler en una Alemania revoltosa que anhelaba devorar al burgués. El socialismo y el fascismo son ideologías mesiánicas muy socorridas para zanjar el malestar creciente siempre que la plebe tiende a volverse ingobernable. Muy en contra de lo que como buenos tozudos de anacronismo sostienen algunos puritanos de hoz y martillo para salir incólumes de la acusación de traidores, y en un sentido bien distinto del que presumen los capciosos neoliberales, el comunismo soviético fue un éxito en cuestiones fundamentales no porque la burocracia demostrara su evidente incapacidad para organizar el tejido económico de una nación inmensa, sino porque sirvió de fortaleza a la clase dominante frente al peligro de desintegración insurrecta y promovió, a insospechado nivel, una renovación civil de los mecanismos de persuasión a la vez que impedía la dispersión de la riqueza mediante una forma absoluta de capitalismo que concentraba la gestión de los recursos en las garras del Partido, lo que originó una situación de reposo acorazado durante décadas hasta su oportuno desmantelamiento en beneficio, cómo no, de un restringido círculo de privilegiados. El marxismo, aún más tenaz que el nacionalsocialismo, supo mantener la continuidad del poder de unos pocos cuando existía una alta probabilidad de que ese poder fuera un objeto al alcance de muchos, de lo que se deduce que los gobiernos nunca han estado interesados en funcionar como instrumentos de expresión popular: su razón de ser es proteger a la élite en la adversidad y allanarle el camino en la prosperidad.

25 oct 2011

UNA AMNÉSICA OBVIEDAD

Mientras el ruin, ignorante de que solo se tiene lo que se da, considera que el ocio es un tiempo improductivo –malgastado, dirá él– que se traduce en una lamentable pérdida de dinero, el magnánimo comprende que ganar dinero es una irrecuperable pérdida de tiempo, un sumidero por donde tienden a escaparse, entre otras dimensiones, la de poder pensar. Sensible en extremo a las condiciones ambientales, la reflexión abierta necesita respirar en una atmósfera límpida de obligaciones que subordinen el uso y disfrute del tiempo a criterios viciados por el prejuicio del rendimiento, que resulta adventicio a los propósitos originales de entregar la atención a los objetos de análisis sin mayores trabas que las limitaciones cognitivas innatas. Si el tiempo libre se significa por algo, es por su indómita característica de no servir a ninguna utilidad circunstancial y desdeñarse en su decurso haciendo cualquier cosa... o soberanamente nada. Hablar de pensamiento libre dentro de la jaula de un horario definido por ritmos externos que constriñan su funcionamiento abstracto en nombre de su optimización práctica supone un contrasentido cuando no una falacia, pues el efecto inmediato de la acción mental desembarazada de toda dirección moral, como lo es la usura temporal, empieza por instilar incertidumbres en los sistemas normativos aceptados, de los que la obsesión por el resultado, objetivo de la obsolescencia inherente a la fábula del crecimiento material, viene a ser para el intelecto como un condón usado por otro, dejándolo profilácticamente impedido bajo la ilusión de un contacto orgánico con la realidad circundante. Los anarcotiranos, en vez de minutos, vivimos a pelo las secuencias del devenir: difícilmente verás atadas nuestras muñecas al grillete de un reloj.

La deprimente victoria de los centros dedicados al condicionamiento remoto de masas se evidencia en haber logrado que actuemos, e incluso sintamos, en términos de ruindad según el sentido indicado al principio: a fin de mantener la guardia en la voraz carrera contra el estancamiento, se nos apremia a estar actualizados multiplicando el consumo absorbente de experiencias vinculadas a determinados productos comerciales, sin que esa huera lucha nos evite ser, en definitiva, cada vez más pobres cuanto más creemos tener.

Constante en su excelencia imprevisible a través de las épocas, el peor enemigo del Estado es el individuo a solas con sus pensamientos, pero tan lejos ha llegado el corporativismo financiero, mal llamado liberalismo, en sus implacables pretensiones de exprimir el mundo mediante un chantaje envolvente a la sociedad, que toda iniciativa que aliente el desinterés por las cuestiones pecuniarias o intente preservar la independencia del aparato psíquico frente a la intervención de los patrones lucrativos de conducta, se percibe, hasta por las mismas víctimas del capital, como un brote incomprensible de necedad que afea las falsas parcelas de prosperidad donde se disipan las energías mayoritarias en beneficio de intereses muy minoritarios que si pocos desean cuestionar, aún menos se atreven a desenmascarar. Hábilmente manufacturadas deben de estar las conciencias cuando gran parte de la población no encuentra anómalo, sino sensato, poner a la zorra al cuidado de las gallinas con la esperanza de obtener una seguridad que les permita seguir poniendo huevos.