18 sept 2013

GRUÑIDOS

Pocas cosas soliviantan tanto y con razón como sentirse clavo bajo martillo ajeno. A la desesperada, quien menos tenga que perder en esta falsa tregua social será el que pueda sostener combates más vigorosos e irreductibles en la guerra real subyacente.

Deberíamos particularizar la rabia y el descontento contra los responsables visibles de la apisonadora política, hacerles sentir pavor hasta en sueños cada vez que se dispongan a ejecutar una decisión gravosa, devolverles la precariedad que nos imponen con un encarnizamiento perfilado a la medida cual ejercicio de traducción simultánea a ese lenguaje atávico, transversal a partidarios y detractores, que todo el mundo entiende. Probablemente no sea la reacción más inteligente, pero es la pirexia que necesitamos para recuperar la vitalidad.