22 abr 2014

INACTIVISTAS POR LA GESTA

¿A quién no le gusta constatarse poderoso a la luz y sombra de los hechos? También a todos los que dicen rechazar tales incentivos y aún más, sin duda, a nosotros, pues nos fascina sentir poder sobre el poder: de entre los significados posibles, ese y no otro es el que tiene para nosotros la cracia (del griego κράτος, fuerza).

Deudora de una visión del mundo típicamente occidental (o grecojudaica) donde el imaginario colectivo concede al individuo la llave para que sea libre de realizar sus deseos en una tierra que parece hecha a la medida del hombre, la ideología anarquista con sus símiles seudonihilistas surgió como una respuesta tardía de fractura proponiendo la pataleta de la acción directa a todos los aquejados por la exclusión de los ardides cortesanos de la acción indirecta, como faltos del agotamiento espiritual necesario para escoger la vía oriental de la inacción, descalificada desde sus filas como una actitud escapista en vez de entenderla como la liberación progresiva de los deseos que acarrean el encadenamiento a las ilusiones de la materia, de las cuales la organización social no puede considerarse, con rigor, una excepción. Desde nuestro prisma planteamos la beligerancia de modo menos frustrante para la conciencia acorralada y, a la vez, con una óptica más operativa que cualesquiera de las opciones anteriores al combinar, allí donde puedan emplearse, los métodos habituales de enfrentamiento asimétrico con el potencial desconcertante de la noluntad sin descartar, por supuesto, el uso deceptorio de simulaciones; se trata de una ampliación psicológica de la lucha más allá de la subversión clásica gracias, principalmente, a su carácter táctico (enfocado a explotar las escasas oportunidades), inescrutable (se instila transversalmente en las situaciones de conflicto) y detersivo (la ascesis del disenso) donde la demanda de energía comprometida es mínima. Nosotros llamamos a este conjunto de procedimientos inacción indirecta: indirecta porque en lugar de volcarse sobre el sujeto lo hace sobre el sistema como un mecanismo subrepticio de poleas y palancas destinados a multiplicar anónimamente los efectos distensores del sabotaje; inacción porque contra las artimañas de la interpasividad teledirigida supone un comodín de lucidez convertible en golpes selectivos de vacío (o antiactos) a las relaciones de poder viciadas que demandan no sólo una atenta mirada crítica por parte de los involucrados en ellas, sino la severa y bien calibrada recuperación de posiciones dentro de una dinámica regida por reglas inherentes a la especie cuya expresión hace patente que mientras el órgano exista, existirá la función.

El anhelo de romper la baraja es legítimo, pero procede de un ensueño alimentado con cenizas de impotencia; como no podemos permitirnos la flaqueza de ser tan previsibles, ¿por qué no introducir trampas en la trampa? Las normas del metajuego no están escritas, se reescriben; determinadas y determinantes, su elaboración depende de eventualidades que permanecen fuera de control por mucho que ciertos grupos de rapaces pretendan fiscalizarlas en su beneficio.

Tras las pantallas que cubren sus obras con fábulas, y a pesar de los mitos de fondo que actualizan el guión fantasmagórico del que obtiene su coartada, el mundo es una fortaleza manejada por intrigas concéntricas de las que nadie puede escapar. Antes que abandonarnos a lo inevitable (y luchar frontalmente lo es tanto como actuar cegado por el dolor de los sentimientos contrariados), destacaremos en el estudio de las omisiones que sea preciso orquestar para minar a nuestros enemigos y lograr con sutilezas lo que las armas convencionales arruinarían. Si lo que se gana por la fuerza se pierde por debilidad; si la mentira, la astucia y el fingimiento son, a la inversa, componentes claves para que la interacciones humanas fluyan mejor en uno u otro sentido, nuestra labor inmediata es la infiltración: así nos lo han enseñado quienes generación tras generación gobiernan este frenopático.

14 abr 2014

MEJOR SOLOS

En edades que pasan por ser más tenebrosas que la nuestra, hubo iluminados que osaron acercarse a Dios sin intermediarios y por ello fueron exterminados; a nosotros se nos ha puesto un estigma de sospecha por arriesgarnos a pensar el mito de la insurrección sin pasar por los filtros de la nueva iglesia altermundista, perfecto correlato del Nuevo Orden Mundial, que a pesar de su heterogeneidad ideológica ha llegado a ser un movimiento altamente condicionado por grupos de neofascistas que se presentan a sí mismos como nacionalistas revolucionarios y actúan coordinados por los principales servicios secretos, destacamentos de quintacolumnistas ultramontanos (el oportunismo de la Santa Sede es proverbial) y los omnipresentes carroñeros del descontento social que aspiran a reinventar su odisea de mezquindad uncidos a la hoz y el martillo. ¿Afecta a nuestras evidencias la tachadura de quienes no llegan a percibir su esplendor? Así es, las robustece como las objeciones a un temerario, además de añadir a sus certezas otro puntal: el de la insignificancia de todas las iniciativas que pretenden asignar un único sentido a las cosas.

Nadie puede obviar que el régimen de capital especulativo iniciado en el último cuarto del siglo XX ha sido el mayor causante de la actual dictadura por endeudamiento, dejando destripada a todos los efectos la incapacidad de la economía real para soportar el ritmo artificial impuesto al crecimiento, pero la forma de repeler esta decadencia sigue estando viciada por las propuestas provenientes tanto de la izquierda como de la derecha, que incluso desde el ámbito extraparlamentario y por más que eviten la nomenclatura heredada de sus viejos clanes contribuyen a cebar el poder de la élite financiera con sus sempiternas falacias doctrinales y el autosabotaje enquistado en sus respectivos complejos de dominación. Les guste o no la coincidencia, la socialización global del comportamiento humano es el objetivo final perseguido mediante la privatización masiva de la riqueza, que se inserta a su vez como una estrategia planificada dentro de las fases previas para alcanzar una factoría ecuménica donde la desposesión económica, el estancamiento político y la uniformidad espiritual serán premisas necesarias para mantener un control pormenorizado sobre la población, por dentro y desde fuera de cada individuo.

El socialismo, hijo pródigo del capitalismo, debe ser interpretado como una reformulación bastarda, un relevo laico de los preceptos cristianos, y entre sus variantes más elaboradas el comunismo marxista en especial se ha ofrecido a los condenados de la tierra como una religión redentora, estructurada alrededor de una visión clasista del papel del hombre en la historia, que apela a los mismos resortes pasionales utilizados por las primeras sectas portadoras del mensaje evangélico contra los valores aristocráticos de los gentiles. Si para Marx y compañía la religión fue sentenciada como el opio del pueblo, para el pueblo descreído la utopía comunista ha funcionado como una ortodoxia con sus propios narcóticos. En consecuencia, cuando comunistas y cristianos se ponen solemnes buscando el monopolio de las barricadas, nosotros nos ponemos en guardia: es preferible estar desunidos en la lucha que unificados bajo el prejuicio de que los enemigos de nuestros enemigos son nuestros amigos. El propósito no revelado de estas alianzas tácticas es que los más aguerridos hagan el trabajo sucio de vanguardia a los maquinadores que no vacilarán en reprimirlos en caso de acaparar el liderazgo o tener que responder ante instancias superiores. Remitimos al estudio de la Guerra Civil Española a cuantos quieran ejemplos nítidos del coste ignominioso que supone tener por aliados a los feligreses del sóviet y agitadores de la cruz.

Analicemos antes de atacar a quién le confiamos las espaldas; para reventar, mejor solos que mal acompañados. Con esta libertad aceptamos nuestro auténtico destino.

3 abr 2014

EMPODERAMIENTO

El afán de poder está grabado en nuestro código genético como un epitafio de estrellas, mas todos sus fulgores en la tierra no bastan para ocultar las carencias incorregibles que lo motivan. Allá donde miremos nunca encontraremos a buenos ni malos, sino a facciones de hombres despreciables o peores dispuestos a valerse de cualquier medio para dar rienda suelta a su orgullo. Nosotros no somos mejores, pero condenados a la crucifixión de nuestros dominios, martillados por el estamento político, estamos abocados a ejercitarnos en el arte de no ser gobernados por nadie, lo que nos otorga una afilada transversalidad para inutilizar moldes y situarnos por encima de la ingenua carencia de límites que muchos hijos del descontrol predican como máximo atributo de la libertad, que para nosotros, antes bien, radica en una disciplinada instrucción necesaria para determinar los niveles que, llegado el caso, defenderemos con el alma... como verdaderos desalmados. Cualquiera que tenga en estima estas premisas y sea consciente de la amplificación de las taras humanas en el contexto social contemporáneo, convendrá en que hay que ser muy anárquico para no volverse anarquista de inmediato; sin embargo, el anarquista que conjuga en sí mismo una dialéctica abierta a los plenos poderes y decide aventurarse a las incorrecciones de la excelencia, debería ser bautizado bajo invocaciones magmáticas con el nuevo título de ANARCOTIRANO.