5 ago 2014

EUROPA AGÓNICA

Alrededor y dentro de nuestras fronteras, deseosos de vernos reducidos a humeantes despojos, sarracenos y judeocristianos, apóstoles ambos de la barbarie contra los valores clásicos que son la chispa de la civilización, rivalizan entre sí porque comparten la psicología de aferrarse a la aspereza de sus dogmas de establo, donde una vitalidad anquilosada en la estrechez de miras todavía les sirve como carro de combate en los revueltos campos del choque cultural. En la Europa de este cochambroso presente, era del vacío la llaman algunos sociólogos, el problema subyacente no es el nihilismo en sí, que al menos desde Jünger comprendimos como un estímulo creador susceptible de ser disciplinado, sino la incapacidad generalizada de los occidentales (arriba, en medio y abajo) para tomar itinerarios depurados del fanatismo de lo rancio y de la penitencia de lo espurio, unida a la flaqueza para aceptar los desafíos de la nada sin ceder tan blandamente al espanto de entrar en contacto con la descomposición de los viejos mitos tribales, pues sin ese horror al vacío que es moneda de cambio universal y factor determinante de nuestro suicidio colectivo no se explica la ansiedad, transversal a las capas sociales, que nos mantiene atrapados en la efervescencia de llenarlo todo a cualquier precio produciendo por doquier avalanchas de objetos y sujetos basura, que serán el combustible del próximo, quizá inminente holocausto.