Entre castas y cacas anda y con más de un felino encerrado, mal que les pese a quienes ven solamente aleteos de cisnes negros.
Una nueva desmesura no corrige la anterior, a lo sumo la suplanta, y fue así como el método ilustrado de poda al que cedió su nombre de campaña el doctor Guillotin ensayó una respuesta consecuente a los excesos del rococó, anotación que hacemos sin dejar de advertir que señalar las causas de un acontecimiento no significa justificar o tratar de cohonestar sus resultados, pues la interpretación de un suceso es independiente del uso que se haga de ella.
Con la inminente ruptura del bipartidismo setentayochista en España tras la canalización del descontento social en la formación Podemos, asistimos como no se recordaba a un fenómeno histórico de reacción frente al papel residual reservado a los ciudadanos, que entregados al enardecimiento provocado por emociones largo tiempo reprimidas y, sobre todo, defectuosamente vertebradas fuera de los ámbitos más beligerantes contra el régimen, ahora se aderezan con expectativas favorables a una regeneración política que quizá vuelva a saludarnos desde lejos, es la costumbre que estila al asomarse por aquí.
A medida que se produce un desenmascaramiento inusitado de las partes más podridas del Estado desde el interior del propio Estado, y la apertura de algunas cloacas abastece al poder mediático de escándalos mantenidos en conserva a la espera del fulminante adecuado, Podemos experimenta un auge sin precedentes en los anales de la más o menos decorativa, y desde luego esperpéntica, democracia española. No vamos a ser menos escépticos que la marioneta Roosevelt en su momento, y si él pudo opinar que "en la política nada ocurre por casualidad. Si algo sucede, se puede estar seguro de que ha sido planeado", nosotros no estamos dispuestos a tomar por excepciones lo que más bien tiene tufo de ser una
pompa de discrepancia que reventará, como las demás, cuando haya cumplido su misión. ¿Cuál es su cometido? A la vista del previsible éxito que muchos consideran nefasto para sus cochinas formas de prosperar, sin perder tampoco la evidencia de los abalorios expuestos en el documento que el partido cachorro presentó como
programa para el rodeo europeo —donde resume a la perfección su deuda de origen con negritas que proclaman libertad, igualdad, fraternidad—, la función que este frente en clave popular tutelado por el Equipo Técnico ha venido a desempeñar no es tanto el empoderamiento de la población desprovista de soberanía como pasar el antivirus al orden vigente, que una vez saneado excusará como catastrófica la necesidad de iniciar el proceso constituyente de otro sistema operativo. Sí, estamos vaticinando: aunque sus bases quisieran, Podemos no va a tumbar el árbol carcomido, lo sostendrá hasta que las tareas de refuerzo y corrección permitan a la hegemonía que nadie ha elegido en las urnas, además de conservar intacta la arquitectura fundamental del tinglado, reactivar el consenso con un rédito superior al que haya obtenido nunca mediante la fuerza carismática de los tribunos de la plebe. En este sentido, los sondeos que cualquiera puede hacer entre sus conocidos revelan que una parte considerable de los abstencionistas habituales votarán a o contra Podemos en las próximas elecciones generales; dicho de otro modo, participarán por convencimiento en lo que antes les causaba pura desafección. No es mala metáfora la del
voto vudú del
analista que postula la utilidad coyuntural del mercado electoral "para castigar a los políticos corruptos y restaurar la igualdad política", pero no deja de ser una imagen sin fuste; a nosotros nos parece más juiciosa la suspicacia de los anarcas fieles a la lucidez de maldecir, empezando por los parlamentos, las creencias progresistas, más cabal el
humor irreverente de nuestro interlocutor en el desapego y dignas de estimación, por lo representativas de un estado anímico muy extendido, las
observaciones hechas por articulistas que coquetean con el librepensamiento.
Como la casta instalada está impidiendo la expansión y buena marcha de los negocios que no les rinden pleitesía, es comprensible que individuos procedentes de capas lo bastante elevadas para no ser sociológica y culturalmente sospechosos de simpatías populistas hayan apostado y apuesten por Podemos para despejar el campo de juego. Para ellos, es perentorio limpiar la casa, no vaya a ser que se hunda bajo la presión de la basura acumulada entre sus paredes. En la estrategia real, de la que nada se cacarea en público, todos los contendientes con un mínimo de astucia obedecen a las directrices de una agenda oculta que, por supuesto, no se somete a improvisaciones ni plebiscitos. El matrimonio de conveniencia surgido entre zorros, gatos y otros animales interesados en remozar el hábitat doméstico puede dar de sí lo suficiente para echar a las ratas que parecen haberse adueñado de todo incluso al precio de arruinar su valor, pero no será una amenaza para la granja ni su modelo de producción. Al contrario. Es, oportunamente, gracias a esta convergencia entre distintas clases de disconformidad que el caso español, a diferencia de la receta aplicada en otras naciones castigadas por el fraude de la crisis, ofrece a las tecnocracias un recurso menos siniestro para salvarse de la quema que los comandos de patanes hambrientos de pan y circos patrióticos.