- TERCER MANIFIESTO DE ANARCOTIRANÍA -
No somos revolucionarios consecuentes, sino terroristas polivalentes. Hace tiempo dejamos de fundar iglesias que aprovechen el calor latente en las cenizas de los viejos cultos. También hemos olvidado minuciosamente nuestras causas, pero recordamos a la perfección los efectos que debemos provocar. La espiral sigue retorciéndose. El pasado nos dará la sinrazón.
Al margen de soporíferas nostalgias, encontramos cierta concordancia nuclear en figuras de prestigio histórico que supieron combinar astucia y vigor con maestría de artesano japonés y determinación de carnicero: Licurgo, Diógenes de Sinope, Nagarjuna, Caravaggio, Lope de Aguirre, Duque de Estrada, Sade, El Tempranillo, Stirner, Garibaldi, Rimbaud, Blanqui, Bakunin, Jünger, Niekisch, Durruti... No importa quienes fueron; importa que nuestras armas son la herencia de una estirpe irreductible de conquistadores y vienen refrendadas por la didáctica de la entropía.
No aceptamos súplicas ni reproches: estamos sobornados por nuestros propios humores. La compasión y el remordimiento son la esencia de un lenguaje que nuestra balanza salomónica entiende demasiado bien para tolerar. Porque nosotros no toleramos, sólo toleran los verdugos. Tal vez somos crueles, pero no servimos a ningún amo ni ejecutamos designios normalizadores. A cada cual según el mérito de su escoria, eso es lo justo. La lógica estricta de nuestra amoralidad nos incita a ser brutalmente represivos con los grupos de tendencias fascistas y a prodigar negras tormentas de subversión entre anarquistas, guerrilleros mesiánicos y revoltosos advenedizos a fin de que naufraguen en sus respectivos diluvios. A los liberales, demócratas, marxistas y otros engendros circenses los trataremos con vehemencia canina en proporción a su hipocresía. Al resto de oportunistas, adoradores de toda ralea, les reservamos un trago largo de tintura de cicuta aderezada con el amargo regalo del acónito. Echamos de menos la música profana de guillotinas bien lubricadas cayendo al compás. No nos pidáis ser más explícitos.
El desafío es doble. Al lado sacrificador de la Anarcotiranía le corresponde su necesario reflujo positivo: inventar estructuras para acoger una especie de rango superior modelada con los despojos purificados del hombre. La carne es un vergel y nuestro sagrado capricho explorar sus formas; pero no con la actitud hastiada de las últimas generaciones -agobiadas por su falta de identidad para encajar su falta de identidad- ni como resaca postmoderna de vanguardias obsoletas.
El jardín humano requiere patrones inteligentes capaces de autoengendrar soluciones que sustituyan los aspectos deficientes que se vayan presentando. Para pergeñar modelos sinérgicos hay que asumir el coraje de establecer variables de aproximación a lo impredecible. Nuestro programa anarcotiranista es el bautismo de fuego que responde a la tentación de crear especies, tanteando la nada, que adelanten al humano:
- Eugeniticonomía. Poner a disposición de investigadores anarcotiranos los recursos necesarios para desarrollar cepas de hombres pulidos genéticamente. El artificio de la reproducción se realizará en laboratorios ajustándose a criterios de control demográfico y calidad vital.
- Suprahumanismo. Condescendencia con el fuerte. Amor y veneración por el ser superior.
- Multirracismo. Sin distinción de sexo, edad, origen étnico o clase social, todos los humanos anteriores al hiperhombre se considerarán socialmente inferiores, aunque valiosos como repertorio experimental.
- Antropoexcentrismo. Sistema de postulados que niegan al hombre como fin de la naturaleza. Propone trascender al humano, al que se contempla como mero puente, y emplazarlo en el orden de seres vivos junto al cerdo, el perro, la rata o la cucaracha.
- Tecnoarcaísmo. Alianza pragmática entre los prototipos premodernos de organización social y la evolución tecnocientífica. El hiperhombre no sólo nace, se hace. Y para ello, necesita ocupar una posición que le permita gozar de tiempo, espacio y autonomía, es decir, necesita los privilegios de una élite inamovible. Al constituir una aristocracia estable, otros deben encargarse del trabajo sucio y de las labores rutinarias menos edificantes: las funciones que no pueda asistir el amplio despliegue técnico, se repartirán entre un estamento de subhombres (limitados genéticamente y mediatizados para obedecer) que mantendrán relaciones cordiales de vasallaje con los hiperhombres.
- Socialhedonismo. La seguridad de una sociedad como la descrita depende de la satisfacción de sus miembros. Todos, incluso el más miserable plebeyo, deben disfrutar gratuitamente y encontrarse integrados en el papel que interpretan. A tal efecto existirá un departamento de Ocio Absoluto que gestionará el placer con dietas sensoriales personalizadas y la promoción de entretenimientos colectivos sin tabúes.
- Anarcoestado. El Anarcoestado será discreto, permeable, generoso, pero eficiente, inalterable y regenerativo. La táctica esencial de gobierno consistirá en hacer que el Anarcoestado sea omnipresente a cambio de parecer ausente. Se permitirá cierta ósmosis social para rejuvenecer las cúpulas dominantes de acuerdo con el principio de que todo lo valioso puede entrar en el Anarcoestado a condición de no salir jamás. Como es obvio, el ejercicio interno del poder estará a cargo de esmerados anarcotiranos, organizados en asamblea de iguales, que elegirán sus relevos cuando lo estimen oportuno mediante cooptación. Aunque la trama del tejido anarcoestatal sea el sostén de la aristocracia de hiperhombres, tan sólo será accesible a una reducida cosecha de iniciados. El saber, centralizado en unos pocos, logra la expansión del poder. Y el poder, usado sabiamente, se ramifica en resultados apetecidos por muchos. La anarquía, aun siendo un bien, nunca es bien común; es un lujo que se conceden mutuamente los gentiles cuando no están rivalizando: un amistoso alarde de poder sobre el poder. La constante natural, sin embargo, es la inconstancia del duelo, de la amenaza, de la explotación. Se trata, por tanto, de estar al mando para que nadie mande más, no de extinguir el mando para que el rapaz de turno mande cuanto quiera. La política de calidad es una guerra encubierta contra la guerra. El anarcotirano es poderoso porque nunca deja de luchar contra el poder.
- Megacórtex. Paradigma de cerebro virtual con crecimiento intersubjetivo al cual se podrán conectar los ciudadanos del Anarcoestado para actualizar sus contenidos mentales y ampliar su experiencia cognitiva.
- Ecolución. Heurística de las relaciones con el medio ambiente donde primará la manipulación biológica sostenible frente a la moda neobeata que aspira a la conservación insostenible de la naturaleza.
- Imperativo Noluntario o Dictadura de la Noluntad. Nadie decretará lo que hay que hacer, pero todos sin excepción estarán obligados a saber no hacer lo que quieran aun cuando no quieran dejar de hacerlo o sin querer quieran hacerlo. De igual modo que el mejor gobierno es que el gobierna sin hacerse notar, el mayor acto de soberanía consiste en la renuncia consciente y voluntaria de la falsa necesidad de ser libre. La libertad es un atributo negativo que se gana en la derrota, pues quien no se aferra a nada, nada tiene que perder. Vacíate y te llenaremos: el que más puede es el que menos quiere.
- Cosmicidio. La visión excitada que un anarcotirano tiene de sí mismo como pieza del universo y del universo como pieza de sí mismo, implica el sentimiento desgarrador de una mística extrema donde el Todo se hace Todo porque decide ser Nada. Pero esta decisión no es inmediata y la vida fermenta a partir de la tremenda actividad inducida por la descomposición cósmica. El universo continúa matándose y en su agonía, enloquecida por geometrías indescriptibles, nuestra conciencia, que es también fragmento de la suya, prospera.
- Caosofía. Ciencia de ciencias que abordará las estructuras, propiedades, mutaciones, regularidades, causas y efectos del cosmicidio.
- Nihilogía. Esta incipiente disciplina podría resumirse como el estudio del impacto antropológico de la noción de Suicidio Universal o Cosmicidio, así como de los enmarañamientos filosóficos que acarrea. Todo anarcotirano es, en buena medida, nihílogo; algunos lo han sido antes de anarcotiranos y otros a base de serlo. De cualquier modo,
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