29 oct 2011
PREVISIONES CONTRA EL ALZAMIENTO
Los agentes económicos –una incestuosa familia con menos miembros de los que estamos acostumbrados a imaginar–, al hallar obstáculos políticos para la expansión de sus negocios preconizan que se debe aligerar la maquinaria del Estado, una coartada versátil que también sirve para amputar los servicios básicos que ofrecen las administraciones públicas a la población sin que esa cirugía por asalto se produzca en sintonía con una reducción equiparable de los sistemas democráticos de coacción, antes al contrario, pues en la actualidad experimentan un auge que ya quisieran explotar algunas de las más férreas dictaduras marciales. ¿Qué significa esto? El capital está dejando de ser un refugio seguro para la clase dominante, que se afana en preparar el terreno frente a previsibles inestabilidades cuya fuerza latente, si se desata, podría poner en jaque su posición. Cuando las tensiones sociales alcancen extremos insufribles y el dinero valga menos que el papel en que se imprime, los defensores del orden serán capaces de lo peor, incluso de propagar una plaga revolucionaria de espectacular virulencia con sus delegados a la vanguardia, quienes cuidarán de que las condiciones sean factibles para que todo quede trastornado en apariencia sin que nada cambie realmente: ellos en la cúspide invisible de la sociedad y nosotros debajo, resignados al racionamiento de la existencia en nombre del bien común o de cualquier otra extorsión bendecida por la necesidad colectiva. Es lo que ocurrió con la Revolución de Octubre en 1917 o con el veloz ascenso de Hitler en una Alemania revoltosa que anhelaba devorar al burgués. El socialismo y el fascismo son ideologías mesiánicas muy socorridas para zanjar el malestar creciente siempre que la plebe tiende a volverse ingobernable. Muy en contra de lo que como buenos tozudos de anacronismo sostienen algunos puritanos de hoz y martillo para salir incólumes de la acusación de traidores, y en un sentido bien distinto del que presumen los capciosos neoliberales, el comunismo soviético fue un éxito en cuestiones fundamentales no porque la burocracia demostrara su evidente incapacidad para organizar el tejido económico de una nación inmensa, sino porque sirvió de fortaleza a la clase dominante frente al peligro de desintegración insurrecta y promovió, a insospechado nivel, una renovación civil de los mecanismos de persuasión a la vez que impedía la dispersión de la riqueza mediante una forma absoluta de capitalismo que concentraba la gestión de los recursos en las garras del Partido, lo que originó una situación de reposo acorazado durante décadas hasta su oportuno desmantelamiento en beneficio, cómo no, de un restringido círculo de privilegiados. El marxismo, aún más tenaz que el nacionalsocialismo, supo mantener la continuidad del poder de unos pocos cuando existía una alta probabilidad de que ese poder fuera un objeto al alcance de muchos, de lo que se deduce que los gobiernos nunca han estado interesados en funcionar como instrumentos de expresión popular: su razón de ser es proteger a la élite en la adversidad y allanarle el camino en la prosperidad.
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Parece claro que las relaciones entre el marxismo y el capitalismo han sido fructuosas en los periodos revolucionarios, sobre todo para aplastar las tomas de poder de los socialistas antiautoritarios. Léase sobre la Revolución Española y la Revolución Soviética. Aparecen episodios similares dónde su colaboración militar fue crucial para aplastarlos: Kromstad en 1921, Ucrania en 1921 y Barcelona en 1937.
ResponderEliminarCasualidades aparte, ya el camarada Carlos Marx invocaba la muerte de Miguel Bakunin en el siglo XIX, como resultado de su insumisión a la primera internacional participando en cualquier movimiento revolucionario que estallaba en esos tiempos por Europa.
Al camarada Carlos, unido por matrimonio a la alta nobleza prusiana (Jenny Von Wesphalen), le desagradaba que algunos revolucionarios tomaran la iniciativa, quizás porque en esa época los levantamientos revolucionarios tenían alguna posibilidad de salir exitosos del baño de sangre.
Años más tarde, cuando los agentes del capitalismo recorrieron la Barcelona de 1936, horrorizados, apoyaron levemente a la república española hasta que en 1937, una invasión de agentes rusos bolcheviques, carabineros y brigadas del ejército popular republicano invadieron Barcelona para acabar con los revolucionarios que conquistaron los medios de producción y demostraron ser capaces de mantener una industria de guerra para luchar contra el poder financiero mundial.
Brillante análisis el tuyo, lo estamos viendo ahora en las calles.
Larga vida a la Anarcotiranía!!!!
Combatiente, gracias por tu cabal y extenso comentario.
ResponderEliminarCualquier gesto (sea de palabra, acto o pensamiento) que procure atacar la amnesia impuesta por la clerigalla y la vieja guardia pretoriana a ese engendro tan español que algunos consideran democracia, goza de nuestra simpatía.
¡Fuerza y tino, camarada!