18 mar 2013

POR UN MAGNO MULTICIDIO

Así como en ausencia de mejores torneos para el ánimo los vicios pueden ser un indicador fiable de su salud, y hallamos pruebas de robustez en las ganas de entregarse a la tentación cuya simple proximidad basta para poner en fuga a un enfermo con su tropel de gazmoñerías, la voluntad de beligerancia contra el opresor demuestra en el pueblo que la manifiesta un vigor que aún puede destacarse con acciones loables antes de pasar a la sentina de la historia. Para nosotros, nunca dejaron de sonar actuales los argumentos clásicos en favor del magnicidio expuestos por Juan de Mariana en De Rege et regis institutione:

“¿Hemos de consentir que un tirano veje y atormente a su capricho a nuestra patria, a la cual debemos más que a nuestros padres? Si no deja lugar alguno a la esperanza, debe empezarse por declarar públicamente que no se le reconoce como rey... y si fuera necesario y no hubiera otro modo posible de salvar la patria, matar al príncipe como enemigo público, con la autoridad legítima del derecho de defensa”.

Puesto que en los salones del poder los saqueadores de bienes y libertades ajenas proliferan en proporción directa a su red de alcantarillas, y resulta casi menos que imposible discernir entre tamaños indeseables al más odioso, no debería ser difícil hacer un ejercicio de liberalidad concediendo a todos los egregios candidatos a la repulsa la oportunidad única de ratificarse en la guillotina: si llegaron alto haciendo sangre, dando sangre han de caer. Ciertamente, no serviría de mucho, pero ese poco bastaría para exigirles el mismo respeto que ahora nos pierden.