10 abr 2008

EL ANARCOTOTALITARISMO NO ES UNA APORÍA

"Si no nos ocupamos de lo imposible, bien merecemos no entender lo posible"
David Mordisco (1974-1996)
Anotaciones de un cavernícola

¿Anarcototalitarismo? ¿Se trata de un despotismo inédito ejercido por un comité de sesgo anarcoide? ¿Otro nombre populista dado al ansia de caudillaje de algún megalómano metido a poeta? Nada de eso. Almorzamos paradojas, crecemos tanto con ellas que cada vez nos frecuentan menos... menos gente superflua que atender; menos ocasiones, por tanto, para darse al remilgo: bienvenida sea la criba. La anarcotiranía, que sin ser equivalente lleva implícita la idea de anarcototalitarismo, puede ser interpretada como una apuesta por el equilibrio político, económico y existencial mediante la integración, empatización e intercambio recíproco del Estado y la sociedad en una síntesis que desarrolle una estructura orgánica con lo mejor de ambos extremos: el anarcoestado.

Del totalitarismo como concepto sociológico nos quedamos con la idea del Estado como motor de masas, centro neurálgico y árbitro absoluto en la gestión de los recursos; del pensamiento libertario con la propuesta de devolver el poder al pueblo con el uso de sistemas de representación directa que garanticen al ciudadano la capacidad real para ser el portavoz y modulador de sus propios intereses; también, no lo olvidemos, con su insobornable vocación de disidencia. Sin embargo, estamos convencidos de que a pesar de manifestar una polaridad opuesta, en el fondo ambas visiones comparten un núcleo común: que no exista diferencia de hecho entre su organización política y la sociedad que pretenden organizar. En el caso del totalitarismo, el sujeto de tal planteamiento no es el individuo, sino el Estado, de manera que su lógica inherente lo llevará no a fundirse, sino a crecer a costa, por encima e incluso a riesgo de exterminar la sociedad, lo que supone una aberración por hipertrofia de uno de los términos implicados en la dialéctica. En el anarquismo, especialmente en su vertiente colectivista, el elemento mórbido es justo el inverso, ya que parte del falso principio de derechos fundamentales, presupone erróneamente bondad innata en el ser humano y carga al individuo con el peso de una responsabilidad inmensa que dudosamente se entiende como podría llegar a funcionar. Si con el totalitarismo el Estado aspira a serlo todo, en el seno de la utopía anarquista es el ciudadano quien debe serlo todo (soldado, militante, policía, juez, legislador, economista, trabajador...) para evitar que nadie descuelle del rasero convenido; una clase o elección de libertad que quizá no sea imposible y deslumbra colorines en la teoría, pero cara para cualquier propósito satisfactorio de convivencia, pues hay que pagar un alto precio por ella fomentando la autocontención, el espíritu de sacrificio y la vigilancia mutua: virtudes demasiado cristianas para nuestro gusto, sin duda más exquisito.

La experiencia histórica y el conocimiento actualizado sobre psicología aplicada a grupos humanos evidencian que la percepción de bienestar se incrementa con cierto nivel de participación en los asuntos públicos, pero se ve seriamente comprometida cuando al individuo se le pide un nivel de compromiso mayor. Es obvio: tal entrega exige renuncias personales. Llegados a este punto, podemos asegurar que la anarcotiranía no necesita sujetos sumisos, blandos ni adoctrinados, pero tampoco excesivamente preocupados por cuestiones peregrinas o siquiera muy ocupados con el gobierno de las tareas cotidianas, sino más bien despiertos, seguros de sí mismos y razonablemente dispuestos a cultivar los placeres mundanos, por ello en su día hablamos del socialhedonismo como uno de los componentes principales de nuestra desprogramación del mundo y de un espacio institucional regido por la dictadura de la noluntad...

Seguiremos perfilando con ligereza minimalista todas las grietas que podáis detectar en el asunto que nos ocupa, cuyo potencial filosófico parece explosivo a la vista de las preguntas, llenas de intriga, que nos plantean en privado algunos conocidos y camaradas.

11 mar 2008

NO TODO ES MIERDA

Dicen que la vida es un sueño cuya constante es la pesadilla, evidencia ante la cual ¡mierda! gritan los puercos y ¡cerdos! quienes se consideran puros sin razón o contra ella. ¿Que el barco escora? No faltará un coro que señale a otro mientras brama ¡esto apesta, carga al agua! seguido de un ¡pobrecito! ¿Quién ha sido?

Cubierto por sus propias heces, el hombre sigue obstinado en creerse el producto más selecto de la evolución: a tal grado llega su mayor vicio, la vanidad. De vanidad están hechas las peores tragedias, los más penosos desastres, casi todos los yerros que provocan el exceso de ambición y la falta de honestidad con uno mismo. La vanidad mueve y enreda los hilos del engaño, vanidad es lo que nos impulsa a caer en un precipicio agridulce al querer fermentar el dinero en nuestras manos a partir del no menor embuste de ponerle un precio a todo con todo un regateo de falacias. Para cierta postura hoy pandémica, sólo pasamos de ser lucrativas mercancías a molestos desechos, pero no somos por ello enemigos del comercio, que nos parece tan indispensable como una voluminosa cagada después de una comida abundante. Escupimos, sin embargo, sobre la deidad imaginaria del crecimiento ilimitado y no estamos dispuestos a tolerar por más tiempo las tonterías de su feligresía, entre la que abundan los productores de miedo y sus remedos, los productores mierdosos.

En virtud de que ya nada tiene ni contiene sentido; puesto que ya nada es lo que parece ni ser parece, no todo es mierda. He aquí una clave para evitar pudrirse en las deyecciones de un mundo que se pavonea de haber violado sus misterios: transmutación, oro de los putrefactos, henos con ella así en la calle como en la trena. Alquimia de anarcotiranía transversal y purgante antes que purgatoria, obra de continua fisura y catarsis social.

El cielo ruge prodigando extraños fulgores mediante la irrupción de fuerzas que se saben insondables. Hogueras dispersas indican que la ciudadela ha sido cercada por hordas de tiranos de sí que no temen acampar bajo la tormenta que se avecina. Tras la solemne capa de silencio autoimpuesto, una frase perdida adquiere relieve: nadie está a salvo de nadie...

3 mar 2008

REMATISMO, NUESTRO REGENERADOR UNIVERSAL

En un pasado no muy remoto que sufría el cautiverio impuesto por caciques analfabetos, intoxicadores con sotana y bigotudos perros cuarteleros; en un pasado cuyas oligarquías, por desgracia, siguen estando muy presentes en la configuración política, algunos pensadores armados con laudables intenciones anticlericales y abundante sentido crítico iniciaron una campaña de denuncia contra las instituciones que empozoñaban la harapienta España poscolonial a fin de promover una reforma sistemática de la sociedad que ponía el acento en la transformación de la educación. Se los conoció como regeneracionistas y entre ellos cabe destacar la figura de Joaquín Costa, quien además de estar vinculado a la Institución Libre de Enseñanza fue proclive a frases tan exactas como aquella de "escuela, despensa y siete llaves para el sepulcro del Cid". Ahora sabemos que el regeneracionismo, bien por ser demasiado transigente en sus tácticas con los parásitos del poder, bien por servir de ascensor a cierta élite cultural, quedó neutralizado pese a haber dejado una impronta libertaria en varias generaciones de autores de la talla de Antonio Machado y Buñuel. Quizá a sus líderes les faltó la garra visionaria que a otros sectarios por entonces les sobraba: "Sí, somos unos bárbaros y queremos ser unos bárbaros. Es un título de honor. Somos los que rejuveneceremos el mundo. El mundo actual toca a su fin" -anunciaba un Hitler agitador... después vinieron las nubes rosa que pincelaban el horizonte con el sarcasmo brutal de las incineraciones masivas, pero en ello no tiene que haber necesariamente una relación causal. Bien entendida, la liberalidad sólo puede tener comienzo desde la tiranía; bien valorado, el pueblo se merece lo mejor a condición de impedir su pasión por estropearlo. Invirtamos, por tanto, la imagen apuntada más arriba: nada de regenerar un mundo que quiere eternizar su agonía en una aceleración de intrascendencias mientras finge alcanzar el bienestar multiplicando escenarios para la catástrofe. ¿No sería más grandioso rematar ese mundo que sobrevive a fuer de ser inmundo? ¿Acaso no os resulta excitante la posibilidad de convertiros en la bisagra entre el fin de la historia y la historia del fin? Más nos valdría poner un remate digno a este permanente acoso de hastíos y calentarnos después, cuando rompa la noche, al calor de los rescoldos todavía humeantes del saqueo.

26 feb 2008

DEL INDIVIDUO COMO SUJETO DE IZQUIERDOS EN LUGAR DE DERECHOS

Según el paradigma cultural de occidente, que jurídicamente es heredero de la retícula de conceptos tejida por el derecho romano, y con independencia de las escasas diferencias con las que el legislador de turno interpreta este legado, usualmente se entiende por derecho objetivo al conjunto de normas que rigen la vida en sociedad, lo que viene a ser una manera aséptica y en extremo sucinta de hacer alusión al intento de legitimar un inveterado estado de dominación donde una minoría improductiva suele gozar de privilegios vedados, en todo o en parte, a una mayoría a la cual pertenecen los productores de bienes y servicios. No obstante, la credulidad campa a sus anchas y abundan quienes dan por superado este desequilibrio tras el colapso del planteamiento feudal de la política que supusieron las revoluciones liberales modernas, que en realidad fueron las comadronas de un novedoso juguete con el que podía entretenerse a las masas descontentas sin necesidad de invocar los grandes misterios teológicos ni, por supuesto, reconfigurar el orden económico inaugurado por las clases ascendentes; nacieron así los derechos humanos, que vienen a ser la excrecencia retórica del sospechoso invento de la dignidad natural y tienen como premisa las epifanías laicas, pero no menos turbias, de la libertad, igualdad y fraternidad entre los miembros de una misma especie, una memez de efectos narcóticos prolongados que está destinada a aliviar daños sin cuestionar quien los causa, cuando no a servir de falso consuelo y manifiesto pretexto ante situaciones de abuso estructural... Nosotros no defendemos derechos de ningún tipo, ni siquiera los que pudieran beneficiarnos a nivel subjetivo, pues ello implicaría aceptar de entrada una definición que por fuerza nos ha de venir pequeña; nosotros preferimos proclamar los izquierdos, que son los poderes que uno mismo puede arrogarse sin apelar a otra autoridad que los atributos derivados de su coraje, ingenio y entereza al margen, o por encima si fuera preciso, de la libertad, igualdad y fraternidad con esos supuestos semejantes en cuyo nombre se ejerce tantas veces el chantaje moral por parte de las democracias corporativas, verdaderos ranchos de absolutismos disfrazados.

Los izquierdos no se basan en las alucinaciones del derecho natural ni pretenden imponer la ficción de un consenso global; los izquierdos son la viva expresión de la fuerza sin Estado que temen todos los Estados sin fuerza: sin que nadie los haya formulado, los izquierdos componen la parodia del mundo disecado por las burocracias del pensamiento, es decir, son su antidoctrina o su copyleft. Todo lo que uno puede hacer por sí mismo sin rendir cuentas y todas las cuentas que uno puede saldar sin rendir culto están comprendidas en la flexible cobertura de los izquierdos. Izquierdo es un "ni a rico debas ni a pobre prometas", pero también un "más vale un toma que dos te daré", ya que los izquierdos, muy al contrario que los derechos, no se piden ni se conceden, no están subordinados a la letra muerta que se fantasea ley, sino que se conquistan, duran mientras se ejercen y se desvanecen si no se ejercitan. El izquierdo no remite a la palabra escrita, sino a la palabra dada y, aún mejor, al comercio concreto y no especulativo que va del pacto tácito a la ruptura sin papeles.

El origen del derecho bien puede responder a la conveniencia de organizar con garantías las relaciones en el seno de un espacio común; sin embargo, con demasiada frecuencia se olvida que dicha organización siempre se hace en favor de alguien que aspira extender su hegemonía sobre los otros. El derecho, como bien dijo uno de los nuestros, es la continuación de la ley de la selva en la demagogia, por ello en su árbol genealógico siempre se hallará una extorsión reiterada, la de quienes aspiran a la victoria permanente de sus intereses sobre los cambios y fluctuaciones venideros. Como alternativa a esta exhibición de mezquindad y sin dejar de considerar que nadie es igual a nadie, ni siquiera a sí mismo, lo justo sería devolver a los fenómenos sociales su capacidad para autorganizarse. Y si su señora no se fía y le exige la presencia de un órgano supervisor de este proceso, nosotros tenemos a punto el apropiado: ANARCOTIRANÍA.

20 ene 2008

VOTO BANDOLERO



Si el próximo 9 de marzo te sientes dispuesto a perder parte de tu tiempo, soberanía y dignidad personal visitando un colegio electoral, te proponemos que imprimas la imagen de nuestro misionero parlamentario Trabucodonosor y la utilices como papeleta alternativa.