18 mar 2010

CRISIS DE LA CRISIS

No sabemos a ciencia cierta si el desmoronamiento del sistema financiero mundial, amortiguado por los gobiernos a costa de la ruina del patrimonio público, y agravado por la imparable caída del poder adquisitivo a la que se suma una creciente presión fiscal, obedece a otra conspiración programada por el restringido círculo de los más poderosos, pero una idea semejante puede deducirse al constatar –pruebas no faltan– que el empobrecimiento progresivo de las naciones es efecto antes que causa, amén de ocasión inmejorable para sacralizar los postulados asociados al corporativismo bancario. Por ello, lo más repugnante de este proceso de envilecimiento es la insistencia de los medios en presentar como escasez de recursos el apropiamiento indebido de los mismos. Desde la Anarcotiranía nunca hemos tenido reparo en denunciar que la verdadera crisis no es el marasmo económico, sino la ausencia de respuestas audaces a la deficiente distribución de la riqueza mantenida por exigencias de mercado y ahora agudizada por el capitalismo de los mediocres.

Ha llegado la hora de actuar golpeando donde más les duele: no en sus vidas, que de poco sirven, sino en sus haciendas; no en su integridad física ni en sus roñosos lazos afectivos, sino en la salud de sus negocios. ¿Os habéis enterado? Es abyecto que el orden social engendre horrores, que el horror tenga reyes, que estos reyes sean los más ciegos de los hombres y que, además, se los honre mientras nos exprimen cuando sus cotos privados carecen ya de toda credibilidad y sentido, de toda mesura y utilidad. Cualquier robo que desgarre este entramado de ruindades cuenta con nuestra bendición anticipada y esa será, justamente, su única recompensa. Sus intereses nos interesan: somos profetas del caos, profanadores de abismos, torturadores de mitos. Se abre, por tanto, la veda...

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