30 may 2014

LA PATRIA DE LOS APÁTRIDAS

El sentimiento patriótico es un punto anímico de partida necesario para repeler con contundencia a un agresor externo e, igualmente, nos parece útil como agente movilizador contra las castas que, en el interior, trafican con las miserias de sus compatriotas, a quienes no tienen escrúpulos en hipotecar al mejor postor incluso cuando la oferta procede de países responsables de haber llevado a efecto ofensivas injustificables contra los intereses soberanos del suyo. El patriotismo tiene para nosotros un innegable valor purgante y defensivo, su mayor virtud consiste en servir de freno, justa e irónicamente, a los excesos de cualquier otro patriotismo mal planteado como derecho a usurpar dentro y fuera de sus fronteras. Hecha esta observación sobre la legítima función del respeto a la patria, en cuyo alto aprecio insistimos frente al precio impuesto por los tasadores de futuros, es preciso mencionar que tanto el nacionalismo como el universalismo son supersticiones cebadas por la modernidad para dotar a las élites de palancas pasionales accionables desde ambos lados del espectro político según las conveniencias estratégicas del momento. De este modo, auspiciaron primero el devenir histórico de los Estados-nación para consolidar técnica y culturalmente los formatos de gobierno más favorables al desarrollo de sus negocios; después, mediante un proceso en el que aún estamos inmersos y siguiendo la planificación de un control global como ganancia suprema, han decidido iniciar el desmantelamiento de sus plataformas nacionales para implantar un Estado-mundo regido por principios de carácter ecuménico que pretenden ser irrevocables y donde el conflicto debe desaparecer en beneficio de criterios corporativos. Como es obvio, hasta que los sistemas de condicionamiento de la población logren la eficacia adecuada para que eso ocurra sin fricciones, los individuos conflictivos y sus organizaciones serán proscritos como agentes patógenos con medidas cada vez más drásticas.

Desde aquí, por la autogestión de nuestro espacio natural, hacemos un llamamiento contra el patriotismo degenerado de los que tienen por única bandera la ambición ilimitada de convertirse en los proxenetas de todo cuanto respira. Bajo esa bandera, siempre seremos extranjeros.

2 comentarios:

  1. Pangolín2/6/14 10:37

    Cuando habláis de "repeler con contundencia a un agresor externo", ¿hacéis extensivo ese criterio a los inmigrantes, sobre todo a los que vienen de países más pobres?

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  2. Dependerá de la percepción que tengan las poblaciones que se ven obligadas a recibirlos. ¡Liberémonos de una vez de ese buenismo cristiano que tanto gusta a las izquierdas y tanto daño ha causado a los propósitos verdaderamente subversivos! Nadie tiene el deber de acoger a otro y, con toda razón, la hospitalidad cuando es forzosa puede considerarse un allanamiento.
    Sin ánimo de minimizar los conflictos sociales y la devaluación de salarios que traen consigo los grandes flujos migratorios de gente desesperada, los invasores más peligrosos suelen operar desde otras instancias, como las agencias de inversión que aprovechan situaciones de debilidad económica, como lo es en la actualidad la española (situaciones que no es extraño que hayan contribuido a crear desde otros frentes), para adquirir bienes fundamentales, como el suelo, a precios irrisorios.

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