9 sept 2006

LOCURA INCANDESCENTE

- SEGUNDO MANIFIESTO DE ANARCOTIRANÍA -

Las etiquetas no nos limitan porque sabemos quienes somos: locos totales, totalizantes, totalitarios. Quizá estemos malditos: lo aceptamos sin titubeos, es un papel que nos complace, ¿o acaso un maldito no deja de ser un bendito multiplicado voluptuosamente por sí mismo? Nuestra fe se compone de escombros, por eso la sentirás indestructible. Inmensa es la alegría que nos anima a proclamarnos tan ateos y cabrones como Dios, el Gran Chapucero. A su imagen y semejanza, jamás hemos pretendido tener razón en algo: la razón es un calcetín roto y sudado del que gustosamente prescindimos para permitirnos la exquisita demencia de caminar descalzos sobre todos los frutos de los cielos y las ascuas de los infiernos. En las mentes guardamos llagas prohibidas que la vulgaridad no puede borrar. A veces quisiéramos estar mortalmente confusos, locos de nuestra locura, aunque para desgracia de paletos y cosmopolitas aún no estamos perdidos, no podemos estarlo, hasta nuestra mierda brilla y podría enseñar por sí sola varias disciplinas a muchos catedráticos. Zozobraremos, pero nuestros pasos jamás se desvían: simplemente hierven.

Insistamos en lo que no somos ni queremos ser. No somos aficionados ni profesionales del pensamiento; carecemos de vocación filosófica, artística y científica. De radiactividad sobreviven nuestras pasiones. Ninguna metafísica del conocimiento, ningún método científico, ninguna expresión artística nos nutre, si no resiste la feroz sabiduría del Megatón. Os prevenimos. Conocemos los hechizos de la cordura y podemos asegurar que no es sino un delirio colectivo disfrazado con uniforme de ley contra el que estamos tejiendo redes de alquimias clandestinas. Desataremos las potencias psicófagas de santidad y de pecado contenidas en los nudos de las apariencias. Vuestra realidad cruje ahora deliciosamente frente a los mordiscos autócratas de la ilusión. Amén, biamén, triamén. Nuestros sueños son más complejos; nuestras alucinaciones más sofisticadas. Os invitamos a ensayar una sucesión apócrifa de percepciones.

Deponed vuestras neuronas. Abrid los poros a nuestros virus. La Cruzada de Anarcotiranía necesita organismos dispuestos a irradiar. Mientras tanto, sálvese quien pueda condenarse, hemos sitiado el paraíso con indescifrables artificios.

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