3 mar 2008

REMATISMO, NUESTRO REGENERADOR UNIVERSAL

En un pasado no muy remoto que sufría el cautiverio impuesto por caciques analfabetos, intoxicadores con sotana y bigotudos perros cuarteleros; en un pasado cuyas oligarquías, por desgracia, siguen estando muy presentes en la configuración política, algunos pensadores armados con laudables intenciones anticlericales y abundante sentido crítico iniciaron una campaña de denuncia contra las instituciones que empozoñaban la harapienta España poscolonial a fin de promover una reforma sistemática de la sociedad que ponía el acento en la transformación de la educación. Se los conoció como regeneracionistas y entre ellos cabe destacar la figura de Joaquín Costa, quien además de estar vinculado a la Institución Libre de Enseñanza fue proclive a frases tan exactas como aquella de "escuela, despensa y siete llaves para el sepulcro del Cid". Ahora sabemos que el regeneracionismo, bien por ser demasiado transigente en sus tácticas con los parásitos del poder, bien por servir de ascensor a cierta élite cultural, quedó neutralizado pese a haber dejado una impronta libertaria en varias generaciones de autores de la talla de Antonio Machado y Buñuel. Quizá a sus líderes les faltó la garra visionaria que a otros sectarios por entonces les sobraba: "Sí, somos unos bárbaros y queremos ser unos bárbaros. Es un título de honor. Somos los que rejuveneceremos el mundo. El mundo actual toca a su fin" -anunciaba un Hitler agitador... después vinieron las nubes rosa que pincelaban el horizonte con el sarcasmo brutal de las incineraciones masivas, pero en ello no tiene que haber necesariamente una relación causal. Bien entendida, la liberalidad sólo puede tener comienzo desde la tiranía; bien valorado, el pueblo se merece lo mejor a condición de impedir su pasión por estropearlo. Invirtamos, por tanto, la imagen apuntada más arriba: nada de regenerar un mundo que quiere eternizar su agonía en una aceleración de intrascendencias mientras finge alcanzar el bienestar multiplicando escenarios para la catástrofe. ¿No sería más grandioso rematar ese mundo que sobrevive a fuer de ser inmundo? ¿Acaso no os resulta excitante la posibilidad de convertiros en la bisagra entre el fin de la historia y la historia del fin? Más nos valdría poner un remate digno a este permanente acoso de hastíos y calentarnos después, cuando rompa la noche, al calor de los rescoldos todavía humeantes del saqueo.

1 comentario:

  1. Anónimo9/4/19 23:04

    Muy sesudas tus pfoclamas, pero te has quedado en el siglo XIX.
    En esta sociedad postmoderna, el clero y la Iglesia pintan bastante poco por poner un ejemplo.,de hecho se promueve lo contrario desde el poder de todo signo.

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