10 dic 2014

AB ORIGINE



Al capitalismo le interesa la democracia porque ágoras y parlamentos pueden ser adaptados a un mercado infinitamente más lucrativo que su ausencia, abocada a un régimen repartido entre el cuartel, el castillo y el monasterio. La democracia, por el contrario, puede habérselas sin un sistema económico emancipado de la política tangible, que es ajena por igual a las monsergas del valor añadido y los cambalaches fiduciarios; la democracia puede incluso funcionar, perfectamente, sin democracia.

Ignoramos dónde tienen sus raíces más profundas demasiadas facetas de la realidad que padecemos, pero conocemos bien el origen de otras que las élites económicas pretenden hacernos padecer como intrínsecas a la naturaleza de los vínculos humanos. Sabemos, por ejemplo, que el caos puede ser la fuente de un orden más elevado que cualquier organización montada sobre la fuerza del dogma o el dogma de la fuerza, como es la alabada libertad del zorro en el gallinero, y desde luego no podemos obviar que las formas mejor logradas de control mental hacia el que los amos del dinero están conduciendo a la población mundial nada tienen que ver con la evolución intelectual de nuestra especie... habida cuenta de que este aserto procede de un exponente anómalo de la misma: nosotros, que no mantenemos deudas ni con Dios ni con el Diablo, ni con la Tierra ni con la Humanidad, ni con el Estado ni con Wall Street, pues estamos más allá de la democracia y de la oligarquía, del capitalismo y del socialismo, del contrato social y de la revolución, de la fe y de la ciencia, de la verdad y de la mentira, de la cordura y de la locura, justo donde siempre hemos querido batallar: en el principio.

A punto de completar nuestra octava vuelta desde la partida, cerramos el círculo secreto de protrusiones. Hasta aquí hemos llegado.

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